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Viaje India 2016: Curso en el Krishnamacharya Yoga Mandiram + 6 días de experiencia India

En este viaje hemos participado 28 personas en total, la mayoría relacionadas con el Yoga según la Tradición de Krishnamacharya y T.K.V. Desikachar. En España, en Europa y en América esta tradición es conocida principalmente como Viniyoga. En realidad Viniyoga es simplemente un nombre, una denominación. Este nombre quiere decir que adaptamos el Yoga a las personas, a sus circunstancias, cultura, creencia, profesión, aspiraciones, género, edad, momento vital, y un largo etc., con la intención de atender a las necesidades de cada persona en particular.

El domingo 7 de agosto llegamos a Chennai, Tamil Nadu, al suroeste de la India. Preparados para comenzar un curso de dos semanas en el Krishnamacharya Yoga Mandiram. Al presentarnos, el lunes a las 7 de la mañana, nos estaban esperando la Jefa de Estudios y algunos miembros del Mandiram para darnos la triste noticia del fallecimiento de T.K.V. Desikachar a las 3 de la mañana. Obviamente, todas las actividades del Mandiram se cancelaron. No obstante, el grupo es invitado a entrar en el Mandiram, donde es informado oficialmente de la situación. Después nos invitan a asistir a una sesión de Canto Védico de los miembros del Mandiram en honor a T.K.V. Desikachar. Fue algo emotivo y significativo, empieza una nueva era y nosotros estábamos allí. Ese mismo día, por la tarde, una representación del grupo tuvo la oportunidad de presentar sus condolencias a la familia de T.K.V. Desikachar.


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Al finalizar el protocolo del recibimiento y el Canto Védico pudimos organizar una visita al Kalakshetra, que en palabras de Rukmini Devi, su fundadora, “Es una institución que no únicamente desarrolla el arte. Sino que, existe para que la juventud pueda ser educada, no sólo para convertirse en artistas, sino para que tengan la actitud adecuada en la vida, la actitud correcta hacia el arte, y puedan ser de gran servicio a la India, nuestro país.”

Tuvimos la oportunidad de asistir a clases de canto, de baile, de música, violín, vina. Pudimos hablar con algunos alumnos y ver el entusiasmo y la entrega a su aprendizaje. Era como un conservatorio, pero siguiendo la tradición india de la enseñanza. Fue muy interesante ver como se comportaban los profesores con los alumnos y viceversa. Un privilegio poder ver tan de cerca la dinámica de la enseñanza y la relación profesor alumno.

El martes ocho comenzamos las clases: a las 0715 sesión de Âsana, a continuación el desayuno en el Mandiram, Indian stile. A las 9 clase de Técnica de Âsana. A las 10 clase de Técnica de Prânâyâma, a las 11 clase de Canto Védico. De 12 a 15 horas descanso para la comida, parecía mucho tiempo pero luego te daba tiempo a comer y descansar un poco si eras rápido. De 15 a 16 horas Filosofía del Yoga, Yoga Sutras de Patañjali y de 16 a 17 horas Técnica de Meditación. Hubo algunos días que también tuvimos clase de 17 a 18 horas para recuperar las clases que perdimos el lunes 8.


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Para cada tema teníamos un profesor diferente. Fue muy enriquecedor poder aprender las diferentes técnicas, con diferentes profesores, con sus particulares estilos, y sin embargo siguiendo la misma tradición, la misma línea de enseñanza. Aunque las materias fueran diferentes se podía apreciar cómo eran caminos diferentes, que sin lugar a ninguna duda, llevan al mismo lugar, el conocimiento de uno mismo.

Extraordinaria la labor de T.K.V. Desikachar al fundar el Mandiram, que mantiene la enseñanza de Krishnamacharya en su más puro estilo. Es decir, la enseñanza es la misma y cada profesor intenta trasladar a sus alumnos esa enseñanza sin añadir nada de su parte, sólo se deja traslucir el estilo personal del profesor.

Pasamos dos semanas en Chennai, principalmente asistiendo a las clases y el poco tiempo libre para hacer las compras necesarias del día, fruta para la cena, alguna que otra necesidad y si acaso alguna visita a un templo, por supuesto alguna tienda y alguna cena por ahí o alguna escapada. El hecho de ir y venir del alojamiento ya es una aventura en sí misma. Las calles de Chennai son locas, llenas de un tráfico caótico, en las que el peatón es un vehículo más, ya que las aceras son intransitables.

El sábado 13 tuvimos clase, ya que el lunes 15 era festivo, el día de la Independencia de la India. Tuvimos libre el domingo 14 y el lunes 15, así que aprovechamos para ir a una cercana y pequeña población costera, Mahabalipuram. El mar, la playa, hoteles, tiendas, templos, y esculturas en la roca. Hicimos las visitas de rigor, el templo de la playa, el templo cavado en las rocas, Pancha Rathas, el Faro, y diferentes templos dedicados a diferentes deidades como Vishnu. Además de las pertinentes tiendas con esculturas, ropa y demás mercancía para turistas ávidos de comprar.



El martes continuamos el curso en Chennai con nuevas energías y quizás un poco más habituados a la India, un poco más mansos y con la mente más abierta. El grupo cada vez más integrado, más unido. Conforme pasa el tiempo nos vamos conociendo más y vamos entendiendo como funciona todo, incluso la enseñanza. Un privilegio tener a tantos profesores y tan buenos.

Pero todo lo que tiene un principio, tiene un final. Llega el momento del último día de curso, hay entrega de diplomas. Al terminar de las clases del viernes 19, hay una ceremonia presidida por Shridar, un miembro del Consejo Administrador del Mandiram, Geetha Shankar, la Jefa de Estudios, y algunos de los profesores. Antes de la entrega de diplomas el grupo ofrece a los miembros del Mandiram un Canto que hemos aprendido estos días. A pesar de que la mayoría del grupo no había estado expuesto al Canto Védico con anterioridad, el canto nos sale con buena nota y los profesores parecen satisfechos.



La entrega de diplomas es emotiva, los alumnos han realizado un gran esfuerzo, personal, económico, de adaptación, de dejar a sus familias, de utilizar sus vacaciones para el aprendizaje, etc. Veo en los alumnos la emoción a flor de piel, un sueño hecho realidad, hemos estado cerca de la fuente, creo que algo ha cambiado en nosotros.

Yo también estoy emocionado. El año pasado por estas mismas fechas estaba en Chennai, acababa de terminar un internship de Yoga Terapia. Una y otra vez tenía la sensación que la experiencia de aprender Yoga de una tradición tan fidedigna es una experiencia extraordinaria que la tenía que compartir con los demás. Sentía que sería de gran beneficio para los profesores de Âsana Yoga, los alumnos y los que estuvieran interesados. A pesar de todos los inconvenientes del viaje, el tiempo, la economía, el calor, el caos, la contaminación, la comida, etc. A pesar de todo esto, la experiencia te acerca, te ayuda a comprender mucho más el Yoga. Un Yoga natural, desde su origen, sin los añadidos y las manipulaciones que le damos en occidente, como la música, el incienso, los ropajes y demás parafernalia. Con esto en mente, comencé a negociar con el Mandiram la posibilidad de hacer un curso. Tras varios días de ir y venir llegamos a un acuerdo de cómo y cuándo.

Por ello me emocionó el haber podido haber hecho realidad esta experiencia para otros, el haber podido ser capaz de acercar el Yoga a otras personas y que esa experiencia les pueda ayudar a transformarse interiormente. Creo que es algo que tiene gran valor.

Pero aquí sólo se acaba el curso ya que para la mayoría del grupo la experiencia India continua. Únicamente tres personas vuelven a España. El resto, 25 aventureros, salimos el sábado 20 en autobús hacia Tiruvannamali, a 175 kilómetros de Chennai, unas cuatro horas y media de viaje por las carreteras Indias. Nos dirigimos al Ramana Maharsi Ashram, al pie de Arunachala, una montaña con una energía muy especial.

Al estar alojados en las instalaciones del Ashram tenemos acceso a todas sus actividades y también al desayuno, comida, te de la tarde y cena. El Ashram tenía diferentes actividades desde temprano en la mañana, hasta la caída de la tarde. El sol sale a las 6 de la mañana y se pone a las 6 de la tarde. Visitamos dos de las cuevas en la montaña donde Ramana estuvo 7 y 9 años, algunos intrépidos subieron hasta la cumbre de la montaña. Visitamos el templo de la ciudad, enorme e increíble. Y vimos la ciudad, que es un caos total, coches, motos, vacas, bueyes, camiones, autobuses, tractores, bicicletas y todo lo que te puedas imaginar circula en Tiruvannamalai junto con el peatón.


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Estos tres días hago vida de Ashram, sigo el horario, 7 desayuno, 11 comida, 4 de la tarde te y 7 de la tarde cena. Poco a poco me voy recuperando de la fiebre que tuve en Chennai. Había estado cuatro días con fiebre de la buena, terminaba las clases a las 6 y me iba directamente a la cama, a sudar como un pollo. Después de cuatro días la fiebre remitió y poco a poco fui recuperando fuerzas. No fui el único, otros también tuvieron catarro y algún problema estomacal que se solucionó en un par de días.



Las tres noches en Tiruvannamalai tocan a su fin. Los 25 nos aupamos a dos minibuses y un coche para dirigirnos a Auroville, en Pondicherry, a unos 75 kilómetros de carretera India. Tres horas de camino, muchos coches, motos y vacas de frente. Ya nos vamos haciendo a ver tres o cuatro coches de frente, tapando la carretera, para que en el último momento, todos se pongan de acuerdo y nos dejen paso. Es algo que no sabes muy bien cómo funciona, pero funciona.


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Llegamos el martes 23 a Auromode, nuestro alojamiento dentro de Auroville, esta utópica ciudad en la India, con sus propias normas, sin policía y con una estructura muy particular. Estamos como en una jungla, hay mucha vegetación, pájaros, ardillas, pavos reales, vacas, cabras, perros, árboles de todo tipo, en un lugar que antes era desértico.


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El viaje de vuelta a España o al aeropuerto es por etapas, como en una descompresión. Empezamos en la gran y caótica Chennai, luego vamos a una ciudad mucho más pequeña Tiruvannamalai, una ciudad interior, con un caos diferente y una montaña Arunachala, con una energía muy poderosa que congrega a buscadores espirituales indios y de todas las nacionalidades. Finalmente, acabamos en Auroville, cerca de Pondicherry, una ciudad costera, con mucha influencia francesa, muchos francófonos y el Ashram de Sri Aurobindo y Madre. Lugar de peregrinación, tanto para indios como para occidentales. La influencia occidental es muy evidente y se ven a muchos occidentales.

En Auroville podemos andar tranquilamente, respirar aire puro, lejos de las ruidosas y contaminadas ciudades indias, llenas de motos, autorickshaws, coches y autobuses más que antiguos, que llenan de humo y ruido la ciudad con sus incesantes pitidos de los claxon. No importa si vas o vienes, te pita el coche, te pita la moto, te pita la bici, es como el deporte nacional. Y menos mal que el pitido es amistoso, de decir “ahí voy colega.”


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En Auroville reponemos fuerzas de nuestra estancia la India. Nos vamos calmando en este ambiente tranquilo, donde todo gira en torno al Matrimadir, una especie de bola en cuyo interior hay una sala de meditación. En una abertura en la parte superior de la sala hay un helioscopio que recoge un haz de luz del sol y lo proyecta sobre una gran bola de cristal en la sala de meditación. La sala está impoluta y se mantiene limpia de la suciedad exterior.

Una sala en la que no hay ritos, ni oraciones, la gente simplemente se sienta y observa su interior. Algo extraordinario de realizar y mantener en esta india caótica y tan natural donde lo más mundano vive al lado de lo más místico. A la mayoría nos parece raro todo el ritual, que va por etapas, como si te fuera frenando de la inercia de la agitación exterior. El primer día ves un video sobre Auroville y puedes leer los paneles informativos en el Centro de Visitantes. Luego vas andando a unos jardines desde donde puedes ver el Matrimandir desde la distancia. Al día siguiente, previa solicitud, puedes visitar el interior del Matrimandir, es decir la sala de meditación.

Antes de visitar la sala tienes que ver un video explicativo en el Centro de Visitantes. Después te llevan en un bus a los jardines en la entrada del Matrimandir. Allí dejas tus pertenencias en una taquilla. Después te llevan a un jardín donde te explican lo que va a suceder a continuación. A continuación te dan un paseo por los jardines. Luego vamos debajo de la gran bola donde hay una fuente de pétalos de loto de mármol blanco por donde se desliza el agua hacia el centro. En el centro hay una bola de cristal que, también recibe el rayo de la luz del sol de la parte superior.

A los diez minutos subes por el interior de la bola dejando los zapatos fuera. Una vez en el interior te dan unos calcetines para subir por una rampa enmoquetada en un blanco impoluto. Todo el tiempo en silencio y en fila de uno, es una experiencia muy curiosa, que despierta curiosidad, o cierto rechazo, o incluso miedo, o todo a la vez.

Llegas a la sala de meditación y te sientas en un sitio cualquiera, tienes unos 15 minutos. En el centro de la sala hay una gran bola de cristal que recibe en su centro un haz de luz del sol. En la sala todo es blanco. A los 15 minutos una luz parpadea un par de veces, significa que la meditación ha terminado. Salimos por la puerta opuesta y bajamos por otra rampa. La experiencia no deja indiferente a nadie, todos tenemos algo que decir, es extraño, se nos rompen los esquemas, a algunos les ha gustado, a otros no, y otros no saben.

Ya es viernes 26, a las tres, como habíamos acordado, llegan dos mini buses. Los conductores se afanan en subir todo el equipaje. El proceso es laborioso, pero al final, equipaje y pasajeros se acomodan en los buses, que arrancan a su destino, el aeropuerto de Chennai. Después de las despedidas, veo como salen los autobuses, con sus contentos ocupantes, que se dirigen a su nuevo destino, su casa. Menos dos de ellos que volarán a Kerala a seguir su aventura India.

Al ver salir los autobuses me embarga la emoción y siento ganas de llorar. Todo ha ido a la perfección, no ha habido bajas, ni problemas graves, ni enfermedades, ni robos, ni nadie se ha perdido. Me siento orgulloso de haber podido propiciar esta experiencia al grupo, de haber contribuido de alguna manera a una mayor comprensión de lo que significa el Yoga. Lo veo como una evolución natural desde cuando empecé a dar clases en Asana Yoga, yo solo como profesor, y siguiendo la tradición de Krishnamacharya, de la cual nadie había oído hablar hasta entonces en Guadalajara.

La evolución ha sido por etapas, después de unos años de dar clases comencé la primera Formación de Profesores de la que salieron 12 profesores. Algunos colaboran y dan clases, hace falta más espacio. Asana Yoga se traslada a un local más grande. Al cabo de un año y medio hace falta más espacio para Yoga Terapia, este espacio viene acompañado de una ampliación, un despacho para Yoga Terapia y otra sala de Yoga. Ahora disponemos de la sala principal Surya (Sol) y la anexa Chandra (Luna).

Al tiempo comienza otra formación de profesores, que ha terminado este año 2016, con 15 profesores más. Es el momento de continuar profundizando en la experiencia del Yoga, el momento de visitar los orígenes. Entonces, la progresión por etapas continúa, surge el viaje a la India, el curso en el Mandiram.

Ahora se ve con más claridad como Asana Yoga va tomando cuerpo, como toma más sentido el trabajo que realizamos todos los que damos clases. Asana Yoga es un lugar donde paso a paso se ayuda al practicante sincero a evolucionar en su camino del Yoga. Donde se pone a disposición del alumno la experiencia de los profesores, para que los alumnos puedan hacerla suya, experimentarla en sí mismos, y por sí mismos, y así evolucionar hacia el descubrimiento de su propio interior.

Esto es lo que realmente me hace estar orgulloso, el poder contribuir al crecimiento de personas sinceras que buscan evolucionar y encontrarse a sí mismas. Estoy convencido de que es algo realmente grande, algo que me entusiasma, poder evolucionar yo mismo y de alguna manera ser partícipe en la evolución de los demás, aunque sólo sea de una persona, siento que merece la pena.

A los participantes en esta aventura os animo a poner vuestros comentarios o a mandar un correo electrónico con vuestra experiencia del viaje y algunas fotos y se publicarán en el Blog.

Gracias a todos por vuestra paciencia.

Om shantihshantihshantih

Calma en el cuerpo, calma en la palabra, calma en la mente.

Santiago Cogolludo Fernández
Santiago Cogolludo Fernández
Profesor de Yoga y de Yoga Terapia

6 Comments

  1. Mercedes dice:

    Buen dia! Me gustaria que me informadeis de proximos cursos en el Krisnhamacharya Yofa Mandiram!! Un saludo.

  2. Santiago Cogolludo Fernández Santiago dice:

    Para que pueda dedicarme al Yoga casi al 100% intervienen personas que no siempre son visibles. Por ello me gustaría agradecer a todos, pero principalmente a mi familia, que vive a 650 kilómetros de Guadalajara.

    A mi papá y a mi mamá, a los que dejo de ver y de quienes he aprendido casi todo.

    A mis cuatro hermanas, que cuidan a diario y con abnegación a nuestros padres.

    A mis hijas, a las que dejo de ver y a mi nieto Kalel, que no disfruta de su loco abuelo.

    A Marta, que vive mis tribulaciones en los preparativos y luego me ve marchar a la aventura y también a su familia que me acoge como uno más del pelotón.

    Y a todos los que contribuyen de una manera u otra, alumnos, profesores, limpieza, etc., a que Asana Yoga sea un lugar donde podamos encontrar el equilibrio a través de una enseñanza fidedigna y fiable.

  3. Santiago Cogolludo Fernández Santiago dice:

    Mensaje de mi padre al leer el Post:

    En tu caso no sé si el Yoga, pero lo que has conseguido con tu sentido común y esfuerzo es que has recuperado tu propia estabilidad, amor propio y amor a los tuyos, que han valorado sobre todo lo demás tu verdadera capacidad para meter en tu vida a tus hijas, esenciales para tu propia felicidad.

    Papá

  4. Ana Requena dice:

    Enhorabuena Santiago. Da alegria ver la foto de los conocidos en Denia junto a maestros de viniyoga originales de India. Si que es un apendice estupendo para los viniyogueros españoles.

    • Santiago Cogolludo Fernández Santiago dice:

      Muchas gracias por tu enhorabuena Ana. Asana Yoga es un centro donde lo importante es la transmisión de la enseñanza siguiendo esta tradición, respetando sobre todo las necesidades del alumno. Un abrazo Santiago

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