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La importancia de coordinar la respiración en la práctica de Āsana


Te propongo ocho ejercicios breves para que sientas tu respiración.
El yoga es ante todo una experiencia, pruébalo.

Ejercicio 1  –  Ejercicio 2  –  Ejercicio 3  –  Ejercicio 4  –  Ejercicio 5  –  Ejercicio 6  –  Ejercicio 7  –  Ejercicio 8


Habitualmente no somos conscientes del movimiento respiratorio. Sin embargo, este proceso automático es de vital importancia, ya que nos mantiene vivos.

Una de las características de la práctica de Yoga en la tradición de T. Krishnamacharya y T.K.V. Desikachar es la coordinación de la respiración con la práctica de âsana. Krishnamacharya innova todavía más introduciendo una técnica respiratoria durante la práctica de âsana, ujjâyî, la respiración frenada en la garganta. Lo cual pone énfasis en la importancia de la consciencia respiratoria en la práctica de âsana. Es un proceso natural que al hacer consciente hace que modulemos el ritmo de la respiración, afinándola, profundizándola y haciéndola más sutil.

En el proceso respiratorio participan activamente tres órganos, los pulmones, el diafragma y los músculos abdominales. Al inspirar el pecho se expande y el diafragma se contrae, moviéndose hacia el abdomen. Este movimiento crea una diferencia de presión en los pulmones, lo cual hace que el aire sea succionado hacia el interior. El descenso del diafragma provoca una ligera presión sobre los órganos abdominales, haciendo que éstos se expandan ligeramente hacia delante. Al expulsar, el diafragma vuelve a su posición de reposo, como si fuera un paraguas, justo debajo de los pulmones y adherido al final de la caja torácica. El abdomen se contrae ligeramente y los pulmones se colapsan haciendo que el aire salga al exterior.

Para que nuestra respiración sea eficiente todos los músculos y articulaciones que intervienen en el proceso respiratorio deben de trabajar de forma rítmica y eficiente para que nuestra respiración sea adecuada y sin esfuerzo. Por lo cual, debemos evitar cualquier restricción al movimiento expansivo de la caja torácica, del abdomen y del bajo vientre al inspirar y de la ligera contracción del abdomen, así como la relajación del pecho y la caja torácica al expulsar. Si alguno de los músculos o articulaciones que intervienen durante el proceso respiratorio está rígido, tenso o con falta de tono, ello afectará a la eficiencia de la respiración, lo cual impedirá que nos beneficiemos de este importante proceso.

Es importante comprender la íntima conexión del proceso de inspirar y expirar con nuestra columna vertebral. Cuando inspiramos, el pecho se expande, los músculos erectores que conectan las costillas con la columna se contraen, enderezando la columna. Al espirar, la columna vertebral se inclina ligeramente hacia delante recuperando sus curvaturas naturales. El enderezamiento previo durante la inspiración, evita que al expirar y recuperar su posición, las curvas naturales de la columna se agraven. Por ello, la calidad de nuestra respiración afecta muy directamente a la calidad de nuestra práctica de âsana.

Debido a que la practica de âsana va dirigida principalmente a mantener una columna vertebral sana y equilibrada y una respiración larga y fina, es importante coordinar el movimiento y la respiración, de forma que el movimiento ayude a la respiración y la respiración ayude al movimiento.

Es fácil entender esta relación con unos ejemplos. En posición de pie al elevar los brazos a la vertical (tadâsana) o al hacer una extensión de la columna hacia atrás (el héroe, virabhadrâsana), el cuerpo se expande mejorando la inspiración. Al realizar una flexión hacia delante del tronco (uttanâsana) o al realizar una torsión hay una contracción del abdomen lo cual mejora la expulsión. Cuando entendemos esta conexión natural entre la respiración y las diferentes posiciones que adopta nuestro cuerpo, seremos capaces de sincronizar respiración y movimiento de manera adecuada.

El resultado de la coordinación consciente de la respiración y las diferentes posiciones corporales (movimiento) favorece que surja el equilibrio entre el esfuerzo-alerta y el bienestar-abandono (sthiram-sukham). Lo cual indica que estamos en âsana, o sea que estamos practicando yoga.

Este equilibrio entre el esfuerzo y la relajación es muy personal y depende de muchos factores. Como por ejemplo: edad, género, momento vital, morfología, momento del día, estación del año, altitud en que nos encontremos y un largo etcétera. Por ello, es importante escuchar nuestro cuerpo y tener en cuenta nuestra propia capacidad, evitando querer seguir el ritmo de otros o tener la idea de un ritmo objetivo determinado.

Si sentimos la necesidad de respirar entre dos movimientos, quiere decir que nos hemos salido de los límites de nuestra capacidad. En la tradición de Krishnamacharya utilizamos una técnica específica para para coordinar respiración y movimiento. Primero empezamos a respirar y luego comienza el movimiento, terminamos el movimiento y finalmente completamos la respiración. Nos aseguramos que la respiración envuelva al movimiento, es decir que la respiración empiece antes del movimiento y termine después del movimiento. También realizamos una pequeña pausa de uno o dos segundos después de inspirar y después de expulsar, trayendo más consciencia al movimiento. De esta manera hacemos que la respiración se vuelva gradualmente lenta, profunda y consciente.

El estado de nuestra respiración nos permite saber si estamos dentro de nuestros límites o por el contrario los hemos sobrepasado. Si nuestra respiración se ve alterada al realizar un âsana esto quiere decir que no estamos todavía preparados para ese âsana en particular. Así mismo nos puede indicar el tiempo que podemos permanecer en un âsana y cuando debemos volver a la posición de partida.

Es por todo esto, por lo que es tan importante la respiración en ujjāyī durante la práctica de âsana, nos ayuda a modular la respiración y hacerla más consciente. Esta consciencia ayuda a facilitar la coordinación entre la respiración y el movimiento.

Es importante destacar el vínculo entre la respiración y la mente. La respiración conecta el cuerpo y la mente y viceversa. El estado de la mente se refleja en la respiración. Cuando la mente está agitada, la respiración se vuelve errática, rápida, trabajosa. Pero si la mente está tranquila, nuestra respiración se vuelve automáticamente larga y fina.

Aparte de los beneficios físicos y fisiológicos de la respiración, hay que destacar que al prestar atención a la respiración durante la práctica de âsana, nos volvemos más conscientes y la mente se calma, se tranquiliza. La energía vital (prâna) fluye libremente, sin obstáculos. Lo que nos conecta todavía más con nosotros mismos provocando un estado de bienestar y tranquilidad.

Al practicar âsana coordinando respiración y movimiento nos haremos conscientes del cuerpo, la respiración, la mente y los sentidos, lo que nos facilitará el “sentir” cada postura.

Śrī TKV Desikachar ha hecho hincapié en este hecho:

“No importa lo bien que hagamos una postura o lo flexibles que sean nuestros cuerpos. Si no logramos la integración del cuerpo, la respiración y la mente, difícilmente podremos afirmar que lo que estamos haciendo es Yoga. El yoga es algo que experimentamos en el interior, en lo profundo de nuestro ser. El yoga no es una experiencia externa. En Yoga, tratamos de estar lo más atentos posible a todo lo que hacemos”.

Inspirado en un texto de Geetha Shankar, profesora y terapeuta de yoga senior, KYM.

Santiago Cogolludo
Profesor y Yoga Terapeuta
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Santiago Cogolludo Fernández
Santiago Cogolludo Fernández
Profesor de Yoga y de Yoga Terapia

1 Comment

  1. Miriam Marcela Sandoval dice:

    Excelente y muy bien explicado todo! Gracias

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